Seguiriyas y Boillas

Hasta la fecha y sin fecha, los palos del flamenco se movían, como la poesía, entre los de métrica fija y flexible; en ese camino: soleás, sevillanas, seguiriyas, alegrías, fandangos… y así hasta cincuenta, y ahora, desde hace un «ná», al palo de la ley, su ley, como todo en esta España nuestra de charanga legislativa, que lo «legislea» todo, también lo ilegislable.
 

El consejero de turismo afirma que gracias a la norma “Andalucía seguirá siendo la cuna del flamenco” y ya veo la mano que lo mece y adormece en un marco de supuesta protección que hará de él un elemento administrativo en el que cabrán discursos, concursos, subvenciones y demás conveniencias que harán las delicias de los exquisitos artistas burocráticos y repugnarán a los verdaderos creadores. Porque el arte lo legisla la sensibilidad y maestría del artista en su creación y ejecución y no la disposición legal del gobierno de turno.
 

Votaron en contra Adelante Andalucía y el PSOE y en ese primer golpe de genio se me antojó, y más tratándose de partidos de izquierdas, que lo hacían por negarse a la perversión del mecenazgo administrativo, pero no, lo hicieron porque consideran «que aún se puede ir más lejos», tanto, quizás, que se pueda perder de vista y avistarse solo en sus aquelarres «ideopartidistas». 
 

El arte es la más alta expresión de desamparo del ser humano y así ha de seguir para ser, por siempre, el amparo de todos los hombres.

Seguiriyas y Boillas

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