No es un eufemismo. Estamos tan desacostumbrados los ciudadanos a que los dos principales partidos lleguen a acuerdos, por el bien común, que alguno habrá que incluso llegue a sentir vértigo ante lo desconocido.
Los posibles pactos para la renovación de las instituciones del Estado son el proyecto que Feijóo ha anunciado si gana el congreso del Partido Popular en Sevilla los primeros días de abril.
Como no hay ninguna duda de que va a ser el nuevo presidente de la formación de centro derecha, hay muchas posibilidades de que la renovación del Consejo General del Poder Judicial, institución que dirige el funcionamiento de tribunales y salas de Justicia, llegue a buen fin.
La paralización de un órgano clave en el funcionamiento de salas como las del Supremo, donde no se han reemplazado las vacantes por jubilación, supone un retraso más en el ya lento funcionamiento de la Justicia en España.
Y Feijóo, que mantiene las formas y los plazos metódicamente, empieza a adelantar el sesgo que le quiere dar al PP en esta nueva etapa.
“No he venido a insultar a Sánchez, vengo a ganarle las elecciones” dijo como declaración de principios. Lo
que traducido a lenguaje llano quiere decir que las vergonzantes sesiones parlamentarias, con el hemiciclo convertido en un gallinero de provocaciones e insultos, será un mal recuerdo.
Pero este tono moderado esconde una inteligente estrategia, que pasa por hacer la vista gorda ante la necesidad de algún compañero/presidente autonómico de pactar con Vox (véase Mañueco en Castilla y León o Ayuso en Madrid), mientras él marca distancias con la extrema derecha y se presenta como un partido de Estado.
La única candidata que se ha presentado hasta ahora para disputarle el cargo es una joven, perfectamente desconocida, representante del movimiento LGTBI que, sin tener la menor posibilidad a de hacerle sombra, pretende demostrar que en el PP se respetan los derechos de los transexuales.
La otra “sombra” era la polémica generada por la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, muy crecida tras haber derrotado por goleada a Casado. Pero, en la última reunión de la dirección, se le fue la mano y, en lugar de concordia, exigió aún más castigo para los derrotados. Las críticas dentro de la organización han sido unánimes. No tiene carta blanca para obrar a su antojo. Debe haberlo notado. Y Feijóo también.
Hay quien dice que vuelve el “viejo” PP. Si eso significa que, en medio de las turbulencias que se avecinan por la nueva crisis económica a consecuencia de la invasión de Ucrania, vuelve la posibilidad de acuerdos en la vida pública, bienvenido sea.