El equipo de expertos contratado por la ministra de Hacienda ha parido el ratón. Unas 800 páginas para contentar a María Jesús Montero y hacer un agujero en los bolsillos de los españoles de 15.000 millones de euros. El hachazo fiscal no deja títere con cabeza. Se suben los impuestos que gravan los carburantes, los billetes de avión, el IVA, el automóvil y, por supuesto, se “armonizan” al alza los tributos que gravan el patrimonio y sucesiones y donaciones. Esto último, por cierto, toda una enmienda a la totalidad de la política fiscal de las autonomías gobernadas por el PP, con especial dedicatoria a Madrid.
El Gobierno se ha apresurado a decir que ahora no es el momento de subir impuestos, pero está claro que la intención está ahí. De hecho, ya estaba en el programa del PSOE. Por tanto, no es que nos pille de nuevas. De ahí que, con toda seguridad, sepamos que lo harán en el primer momento que puedan, seguramente cuando amaine la tormenta de los efectos que sobre la economía está teniendo la invasión de Ucrania. Un conflicto que ha venido a empeorar las cosas, porque ya sufríamos tasas de inflación no vistas en años, un crecimiento pírrico y un aumento del empleo que en febrero se ha ralentizado. Llueve sobre mojado y sorprende la tranquilidad con que el Gobierno está respondiendo. Para empezar, no se han modificado las previsiones que acompañan a unos presupuestos que ya eran una fantasía. Cierto que se ha ampliado hasta julio la bajada de los impuestos que gravan el recibo de la luz. Sin embargo, no se han tocado los del gas ni los de los carburantes que están llevando a familias y a empresas al límite. Hace unos días, Francisco Aranda, presidente de la patronal de empresas de logística, decía que muchas empresas del transporte sostenible, sobre todo pequeñas, están en la tesitura de parar la flota o cerrar la empresa, después de que la factura del gas haya subido en promedio un 365%.
Los costes energéticos, la subida de las cotizaciones, el SMI han sido decisiones tomadas por el Gobierno antes de la invasión de Ucrania poniendo a muchas empresas en el disparadero. Ahora que las cosas se han complicado mucho más, que veremos los precios desorbitados por la energía, los alimentos y la falta de suministros básicos, vemos a un Gobierno paralizado, intentando convencer a la población de que España no va a sufrir demasiado, cuando aún no hemos recuperado siquiera lo perdido por el Covid. Es muy sorprendente, por ejemplo, que a estas alturas la vicepresidenta Calviño aún no haya corregido sus previsiones de crecimiento de la economía, de inflación o algunas partidas tan increíbles como el precio estimado del petróleo superado ya en un 70%.