Fácil lo tenía el presidente para agarrarse a la situación de emergencia del PP y hacerse con el aparato del partido y su candidatura a la presidencia del gobierno aceptando presidir una gestora que, como una alfombra roja, le habían puesto sus compañeros de partido.
El propio responsable de la Xunta dijo en muchas ocasiones que “los liderazgos no se regalan, se ganan” y por ello no dudó en promover la celebración de un congreso extraordinario que diera voz a la militancia popular para elegir a su presidente.
Es lógico, un líder debe tener el refrendo del partido que quiere liderar, sin atajos ni prebendas y eso será lo que le de legitimidad total y absoluta para tomar las decisiones que deba de tomar. Hay experiencias sobradas de personas que ocupan cargos sin el respaldo de los afiliados y eso no acaba bien porque siempre habrá quien aproveche esa debilidad para poner en tela de juicio determinadas decisiones que, si bien pueden satisfacer al “aparato” no son compartidas por sus correligionarios y corren el riesgo de materializarse en divisiones internas que no ayudan, más bien todo lo contrario, a conseguir el perseguido éxito electoral.
La actitud de Feijóo ha sido impecable en este sentido, de hecho, no ha dudado en animar a cualquier afiliado que lo desee a presentar su candidatura en este congreso extraordinario que debe curar las heridas de las batallas recientes. Además, el presidente decidió permanecer durante un tiempo al frente del gobierno gallego, compatibilizando la presidencia del PP con la de la Xunta y poder así gestionar con tiempo y tino la sucesión en la Xunta y en el PP de Galicia.
Cabe pues suponer que, viendo la actitud de Feijóo en lo que se refiere a si mismo y siendo su voluntad someterse al juicio de sus compañeros de partido, con los riesgos que ello conlleva, que el PP de Galicia tendrá también su congreso extraordinario para que el futuro líder de los populares gallegos tenga también la necesaria legitimidad democrática ganándosela en las urnas del partido.
Este será el mejor aval con el que podrá contar el que vaya a ser candidato del Partido Popular en las elecciones del año 2024 y que tendrá la enorme responsabilidad de renovar esa mayoría que le permita gobernar, con estabilidad, la Galicia del futuro.
Parece excesivo que el propio Núñez Feijóo tuviera que asumir la responsabilidad en primera persona de designar un sucesor porque, desde ese momento, el éxito o el fracaso del designado sería el éxito o el fracaso del propio presidente.
Bastante tarea va a tener el ganador del congreso de abril para batir a Sánchez como para tener que cargar más su mochila y la hoja de servicios a Galicia de Feijóo está más que cubierta y acreditada.
La lealtad de todos los barones provinciales hacia la persona del presidente está también contrastada y ello explica el silencio de todos a la espera de que Feijóo marque el camino.
Sin duda todos aceptarán su decisión, pero descargar toda la responsabilidad de las importantes decisiones que están por llegar en la espalda de Núñez Feijóo sería una actitud poco solidaria.
Las próximas semanas serán apasionantes en el universo del Partido Popular.