Los pequeños incendios domésticos ocurren más a menudo de lo que se cree: cada dos días se produce uno. En su mayor parte no pasan de ser pequeño conatos, que los Bomberos extinguen con rapidez. La clave, como siempre cuando se trata de una emergencia, es el tiempo: no solo el que reaccionan los servicios de emergencia, sino las propias víctimas, que a menudo apagan con sus propios medios sin necesidad de ayuda. En 2020, el confinamiento obligó a mucha gente a permanecer en casa, y eso se tradujo en una caída nunca vista. Pero la normalización ha sacado a la gente a la calle, y el resultado es un incremento en los incendios urbanos de un 13%.
En efecto, según se puede constatar en las estadísticas de Bomberos, presentadas recientemente: los incendios urbanos, se habían mantenido relativamente estable, por encima de los 200 anuales. En 2019 se registraron 269, que es una cifra bastante alta, pero en 2020, el confinamiento desplomó esa cifra hasta los 146. Es decir, casi un 56%, uno de los pocos efectos positivos de la pandemia.
Pero los servicios de emergencia atribuyen este descenso como ya se ha dicho, a que el público pasaba más tiempo en su casa, así que podía abortar los incendios cuando todavía eran un conato. En 2021 la cifra volvió a superar la barrera de los 200. Sin embargo, con 223, sigue siendo la segunda cifra más baja de la serie histórica de los últimos diez años.
Esto explica por qué los incendios urbanos son los únicos que crecieron en 2021, mientras que los industriales y forestales, siguieron disminuyendo sin importar la reactivación económica. Otra estadística que también tendió al alza es la de los incendios en vehículos, y que también puede achacarse a la recuperación económica, puesto que la mayor parte de los fuegos de este tipo se originan en el bloque del motor debido a un mal funcionamiento de este. En 2020 la cifra apenas bajó (22) con respecto a años anteriores, pero el año pasado subió a 37. La segunda cifra más alta de los últimos diez años, después de 2011 cuando ardieron 49.
Otra novedad que trajo la pandemia es el rescate de personas que se encuentran en alguna dificultad, normalmente en sus propios hogares. La cifra llama la atención: 296 personas en solo un año, mientras que en el resto de la serie histórica (que se remonta a diez años atrás) nunca se habían registrado ni cien. La razón no es otra que, hasta ese momento, habían sido las Urgencias Médicas las que se habían encargado de esta situaciones, pero todo cambió en 2020 con el estallido de la pandemia. En ese momento, todos los servicios de emergencia, especialmente los sanitarios, se encontraban al máximo de su capacidad. Los hospitales estaban a rebosar y la población estaba confinada en sus casas. Los sanitarios no contaban todavía con los medios necesarios para asistir a las personas en emergencias domésticas pero los Bomberos sí, puesto que estaban equipados con NRBQ, equipos de riesgo biológico.
Al normalizarse todo, los Bomberos siguieron prestando este servicio. Ahora emplean los monos blancos antisalpicadura que se hicieron famosos durante la catástrofe del “Prestige” y acuden prácticamente a diario a algún domicilio para asistir a una persona. A veces se trata de alguien con obesidad mórbida o con mo vilidad reducida, pero normalmente se trata de una persona de avanzada edad que se ha caído y no puede levantarse por sus propios medios. A veces conviven con otra persona, pero esta también es mayor y tampoco tiene fuerzas. Pero puede recurrir a la de los Bomberos.