Echarle las culpas al Gobierno de los efectos de la criminal guerra desatada por Putin en la economía española es tan estúpido como que el gobierno le eche a Putin la culpa de como estaba el patio antes de que se produjera y ser el causante de sus desvaríos. Sus desbarres propagandísticos y los disparates de sus cada vez más esperpénticas colleras podemitas son cosa suya, de ayer, de hoy y de mañana.
Las consecuencias, que vamos a sufrir todos, de la invasión y guerra de Ucrania van a ser tremendas y no sabemos hasta qué terrible grado acabarán por serlo. Esa es una incógnita que tiene a Europa con el alma en vilo y me temo que así va a tenernos durante mucho tiempo. En España, el trastazo sobrevenido, a lo que ya de por si llevábamos soportado, tiene un impacto anímico quizás aún mayor porque de nuevo se estaban echando campanas al vuelo, sacando pecho y anunciando perros atados con longanizas. Dinero a espuertas y a repartir a mansalva. O mejor dicho, a quienes sean de los buenos, o sea, de los nuestros.
El ejemplo más significativo ha sido el protagonizado por la ínclita Montero y su ministerio de delirios. El clamoreo de que tenían 20.000 millones de euros, han leído bien, que les había dado la UE para repartirlo por ahí a manos llenas ha sido la necedad más impresionante, y mira que ha habido competencia, que podía haberse cometido en un momento como el que se está viviendo.
Que en efecto, ha pillado al Gobierno, como a tantos, con el pie cambiado. Cuando se estaba poniendo pose de ya estamos saliendo o aquí mas bien de “nos estamos saliendo de lo bien que lo estamos haciendo” la peor de las amenazas, convertida ya en pesadilla real para los ucranianos, nos ha caído encima y todo patas arriba.
Por ello y esta vez no hay escape alguno, por más que el Presidente ya ande en clave de a ver como escurro el bulto y sobre quien descargo culpas, no queda otra que afrontar que entramos en un nuevo túnel, en una situación que ya hoy anuncia truenos y pedrisco y que da aún más miedo para mañana. Es hora de dejarse de milongas y de pamemas, de medallas de hojalata y de socios de gobierno que ya no solo son una rémora sino que impiden la posibilidad que ahora es estrictamente necesaria de actuar con todo el consenso posible, con pragmatismo en los actos y verdad en los mensajes.
A Ucrania le han impuesto la guerra y Europa y España hemos de entender que vamos a estar inmersos en una económica marcada por ella. De hecho ya estamos comenzando a sufrir sus efectos. Pretender no afrontarlo y hasta seguir con la retahíla de sandeces continuadas y leyes absurdas y ofensivas contra la mayoría de la ciudadanía y, en suma, no atender de manera perentoria y hasta exclusiva a lo que de verdad importa. Que ya no es siquiera un futuro. Es un presente y cada vez más angustioso. ¿O no lo son ya para millones que ven como los precios de los artículos más necesarios están cada vez más desbocados y sin traza de hacer otra cosa que empeorar cada dia?
La manifestación de las gentes del campo este próximo domingo en la Castellana madrileña es uno de esos gritos de realidad que debe ser escuchado y atendido. Es hora de dejar de estar a los pajaritos de la España virtual y poner el oído en la real. Escucharlo y atenderlo y no hacer como que se escucha y seguir con la milonga.