En su día el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dijo que la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, más conocida como ley del “solo sí es sí” (“consentimiento” expreso de la mujer sin reparar demasiado en el principio de contradicción) era una buena ley porque, entre otras cosas, suponía avanzar en los derechos de la mujer. Más precisamente habló de “hito del feminismo”.
Sin dejar de decir que era una buena ley sus planes se vieron desbordados ante la alarma social generada por la rebaja de penas y excarcelaciones de delincuentes sexuales. Y a eso lo llamó “efectos indeseados”. Uno de ellos, el que más le preocupa, es la posible ruptura de la coalición PSOE-UP, e incluso la del llamado “bloque de investidura” (coalición más costaleros de izquierdas e independentistas). Por una desnuda razón: pone en peligro la peana parlamentaria sobre la que se asienta su poder.
Ahí está Sánchez y quienes apuestan por la continuidad de esa ecuación de poder. Se preguntan si la contrarreforma del Ministerio de Justicia (proposición de ley del PSOE, en realidad) conseguirá eliminar los efectos indeseables de la reforma del Ministerio de Igualdad (ley del sí-sí) y además salvar la coalición y el bloque de investidura.
De momento, las noticias no pueden ser peores para las fuerzas políticas y mediáticas que bracean por mantener a flote el arca de Sánchez en medio del diluvio. Porque ya no son solamente la alarma social que ha generado la ley apadrinada por la parte podemita de un Gobierno colegiado. Ahora los nubarrones los carga la ley “trans” (autodeterminación de género), la de Seguridad Ciudadana (“Mordaza”), la de vivienda y la de reciente aprobación sobre bienestar animal.
En esta última la parte podemita ha aparcado sus recelos sobre la exclusión de los perros de caza de los protocolos de protección, precisamente por no echar más leña al fuego del enfrentamiento con la parte socialista. Los galgos vienen a ser los paganos del miedo compartido a una fractura de la coalición de poder. Más que miedo, pánico compartido por izquierdistas y plurinacionales frente a la perspectiva verosímil de un venidero gobierno del PP apoyado en la ultraderecha.
Eso nos remite al surrealista momento político que afecta a los costaleros de la coalición. Se les insta a ponerse al lado de papá o al lado de mamá. Con el corazón dividido, pero sobre todo con la indeseable prospectiva del posible gobierno de Feijóo que cantan mayoritariamente las encuestas.
El miedo a Feijóo les une más que el amor repartido entre los de Sánchez y los de Belarra, entre la Llop y la ministra Montero. Sin reparar que todo viene de un pecado original: la ecuación de poder que hace imposible conciliar la gestión con la demagogia populista.